Gilberto Balam Pereira
El problema. Necesitamos una súper-revolución de conciencias y enorme espíritu crítico al respecto –digo yo.
Los indígenas tienen problemas de discriminación en la vida cotidiana. Existe una negación de sus identidades, en su origen como pueblos étnicos. Hay discriminación y racismo. Hay que hacer valer su propia filosofía, cosmovisión y valores comunitarios, reconocer que son capaces de construir conocimientos y que, por tanto, son pueblos muy valiosos que contribuyen a la mexicanidad, a la riqueza económica y cultural de nuestro país. El Estado no valora la devaluación de sus lenguas que la han reducido al uso en el interior de la familia étnica.
“Carecemos -dicen- de condiciones necesarias para nuestro desarrollo, pero eso no le importa a los gobiernos, por el contrario, en nuestros municipios se halla lo peor de la mala salud, desnutrición, desempleo, pobreza en general, abandono. ¿Qué carajos podemos celebrar el 15 cuando nos seguimos muriendo de hambre?
Esos son los indígenas, los principales protagonistas de los movimientos del inicio de Independencia y de la Revolución de 1910. Ni en cuenta, olvidados en los “festejos” oficiales, repudiados porque no son objeto de mercadotecnia.
Como una muestra de la indiferencia gubernamental está la carencia de apoyos significativos a los desastres naturales que terminan por damnificar sus bienes de por sí maltrechos.
Con la aprobación del TLCAN en 1994 por el priísta Carlos Salinas, se recrudeció el abandono de las etnias y el Art. 27 ha sido desdibujado, aunque muchísimos indígenas se consideran aún ejidatarios y funcionan en la organización de sus actividades como entidades autónomas que eligen a sus propios representantes. Son los pueblos del “buen gobierno”.
Los campesinos yucatecos siguen cultivando la milpa, aunque la producción ha ido bajando. Debe defenderse la tierra de los indígenas que se pretende modificar en el Art. 37 ya que se trata de la cultura y donde asientan su cosmovisión. Y porque sin tierra no hay indio, y sin maíz no hay país.
Propuestas.- Fidencio Briceño Chel, lingüista, nos dice: “hay que llevar a la conciencia de los indígenas la información que existe una ley que protege sus derechos humanos. Que se respete su derecho a la autonomía a la que aspiran y no les impongan caciques oficiales, gobernantes que los explotan, los ignoran y hasta los matan”.
“Exigimos -nos dicen- el desarrollo en materia de nutrición, de salud y justicia para que podamos hablar de igualdad (equidad) entre la sociedad indígena y la occidental. Que se retomen, valoren y apliquen los principios de San Andrés Larráinzar que los gobiernos han olvidado”.
Estos principios, resumen, digo, la denuncia de la discriminación ancestral que están sufriendo los indígenas y señalan las reivindicaciones de justicia social a la que han aspirado desde tiempo inmemorial.
“Derechos y cultura indígena, democracia y justicia, bienestar y desarrollo y derechos de la mujer” son los principios de San Andrés.
Los gobiernos ni los escuchan ni los oyen. Lo que se gastó en sus festejos en una sola noche, la del 15 de septiembre, 3 mil millones de pesos, bien pudo haber ayudado a aliviar el malvivir de estos mexicanos.
Por la defensa de sus tierras y demás derechos han sufrido masacres a manos de militares y paramilitares organizados y financiados por gobiernos panistas y priístas. Han sido expoliados de sus tierras, de sus productos y hasta de sus mujeres en flagrantes violaciones.
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